Dada la alarma ocasionada por la propagación del COVID-19 y sus efectos sobre la salud de la población, es mucha la información (y desinformación) con la que se nos bombardea durante estos días.
Si bien una información adecuada puede ayudar a evitar complicaciones, la desinformación puede ocasionar también problemas.
Por ello, es en ocasiones como esta cuando lo más sensato es acudir a las fuentes más fiables desde el punto de vista científico (OMS, revistas científicas, CDC,…).

Es muy importante, además, tener en cuenta que, al tratarse de una situación novedosa y en constante investigación por diferentes grupos, pueden ir saliendo a la luz nuevos hallazgos que modifiquen cualquier información que tengamos actualmente, lo cual hace todavía más importante la cautela y la selección de la información más fiable.
Centrándonos en los datos disponibles hasta la actualidad, y en relación con la patología cardiovascular, la revista The Lancet ha alertado sobre ciertos grupos de riesgo, como son las personas de mayor edad, sobre todo si padecen de hipertensión, diabetes, cardiopatía isquémica o insuficiencia cardiaca.
¿Debe generarse alarma en todos estos pacientes?
No. Esta información no debe generar pánico o alarma social, sino que debe hacernos estar más alerta en los pacientes de mayor riesgo, para solicitar ayuda en caso de pertenecer a estos grupos de población y empezar a presentar síntomas.
De esta forma, la información no provoca efectos adversos, sino que de verdad se convierte en una ayuda.