Tras superar un evento cardiovascular (angina de pecho, infarto de miocardio, intervención de cirugía cardiaca,…) llega una fase muy importante en la vida del paciente y su familia: alcanzar la recuperación de la mayor calidad de vida posible, dadas las condiciones de cada persona.
Aunque todas las fases del proceso cardiovascular son delicadas, esta es una de las que más incertidumbre generan, ya que a las precauciones normales de quien ha pasado por una intervención cardiaca o un infarto, se unen los miedos a la propia enfermedad, tanto del paciente como de su entorno, así como problemas del tipo de ansiedad o depresión.
Sin embargo, a pesar de dichas dificultades, esta fase es fundamental para la vida futura del paciente, ya que marcará sus límites y logros.
Así pues, la rehabilitación cardiaca consiste en una serie de medidas (a nivel físico, psíquico y social)que mejoran la calidad de vida del paciente que ha padecido un evento cardiovascular, lo cual redunda también en un aumento en la esperanza de vida de este colectivo, ya que se ha demostrado un importante descenso en la mortalidad de los pacientes con antecedentes de patología cardiovascular que se incluyen en programas de este tipo.

La rehabilitación cardiaca tiene como centro la educación sanitaria, orientada a una disminución de los factores de riesgo cardiovascular (dieta, sedentarismo, tensión arterial, niveles de colesterol en la sangre, hábitos inadecuados,…) y se lleva a cabo desde diversos aspectos, por lo que suele ser desarrollada por equipos multidisciplinares, compuestos por cardiólogos, enfermeros, rehabilitadores, psicólogos y fisioterapeutas.
Además, la rehabilitación cardiaca incluye programas de entrenamiento físico supervisado, con lo cual el paciente disminuye los riesgos y, al tiempo, recupera la mayor forma física posible.